Frío y llovizna

 Ayer cuando llegué a mi casa de trabajar sentí una gran desolación y me largué a llorar apenas atravesé la puerta. Esa puerta, la que marca el límite de la seguridad del hogar. En donde uno puede llorar sin miedo a que le vean. 
 Sentí una sensación fuerte de frustración. De no entender por qué no me salen las cosas como planeo. Empecé a pensar si valía la pena seguir intentando. Esa manía que a veces tiene uno de tirarse abajo con tanta facilidad. Si somos tan débiles con nosotrxs mismos, ¿cómo no van a afectarnos las cosas que los demás nos hacen o dicen? O nosotrxs creemos que nos hacen o dicen.

Lloré. Bastante. Al punto de pasarme la lengua por los labios y sentirlos salados. Me quedé un rato en la cama. Pensando y re-pensando. Buscando soluciones. Sin darme cuenta me quedé dormida. No se cuánto tiempo fue. Pero me desperté abombada y con frío. Estamos en esa época complicada en la que el invierno empieza a asomar. Y además llovizna. Combinación muy propia de la ciudad.
De a ratos venía mi Canela, mi perrita, a saludarme. A pedirme con sus ojitos la respuesta a por qué no le estaba dando bolilla.


Al día siguiente me sentí un poco mejor. La mejor reflexión que pude sacar es que
todo pasa

¿?

¿Qué es la indiferencia? ¿Qué es ser indiferente?

¿Solamente es no hacer nada? Y mirar por la ventanilla del colectivo con los auriculares puestos sin importar lo que pasa a nuestro alrededor.

Muchas veces me pregunto qué podría cambiar yo. Si hay algo que pudiera hacer para evitar que cada vez seamos más los indiferentes. Pero sie Y me achico. Y me quedo en el molde.
nto que por más que lo intente no estoy acompañada y los demás no van a alzar la voz conmigo.

Pero hay mucha gente que se mueve. Y grita. Y sangra por las injusticias y explota la rabia, la bronca y el dolor ante ellas. Y mueven cielos y montañas. Agitan el avispero de la comodidad de los indiferentes y les muestran: "esto está pasando acá, ahora, frente a vos"



















Gracias a ellos. Por darnos el cobijo seguro desde donde gritar:
¡No estamos solos! ¡Demos pelea a la indiferencia!

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Recurro nuevamente a esta forma de expresar lo que a veces por temor o por desolación no nos animamos a contar.

Escritura, divino tesoro.